Los Anunnaki: ¿Quiénes fueron estos misteriosos seres de la mitología sumeria?

Créditos: https://www.ancient-origins.es/

La era moderna ha sido testigo de un increíble aumento en la popularidad de todo tipo de publicaciones en los medios de comunicación sobre la mitología de la antigua Mesopotamia. Impulsando esta creciente tendencia están los escritos de varios investigadores que proponen conexiones entre los diversos ciclos de los mitos sumerios y la teoría de que la raza humana fue diseñada o creada por un grupo de seres extraterrestres. Conocida como Teoría de los antiguos astronautas, esta hipótesis está basada en gran medida en las traducciones de tablillas cuneiformes supuestamente realizadas por Zecharia Sitchin, cuya serie de libros Crónicas de la Tierra constituye la base sobre la cual se ha construido la “iglesia” moderna de los dioses alienígenas.

 

En la narrativa de Sitchin es esencial un grupo de seres míticos conocido como los Anunnaki, de quienes Stichin afirma que cruzaron su propio ADN con el del Homo erectus para crear la humanidad —con la intención de utilizar a los seres humanos como esclavos para extraer oro y otros minerales de las minas. Hoy en día, estos Anunnaki son considerados a menudo el equivalente del Dios creador del Antiguo Testamento.

 


¿Crearon los Anunnaki a la humanidad? (Dominio público)

 

Pero, ¿qué dicen realmente los textos cuneiformes sobre los Anunnaki y otros seres míticos? ¿Cómo encaja la versión de estos seres y sus actividades presentada en los medios partidarios de la ‘Teoría de los antiguos astronautas’ con su representación real en el mundo antiguo?

 

Sangre real

Para empezar, Anunnaki se traduce como “sangre real” o “semilla de Anu”, no como “los que descendieron” ni como “aquellos que llegaron del cielo a la tierra”, como muchas fuentes modernas afirman. Los Anunnaki son “las deidades sumerias del antiguo tiempo primordial;” un panteón de dioses hijos del dios del cielo Anu y su hermana, Ki. Significativamente, algunos estudiosos han llegado a darse cuenta de que los Anunnaki deberían ser considerados más apropiadamente semidioses o seres semi-divinos. Al parecer, la hermana de Anu, Ki, no era considerada originalmente una deidad, y solamente alcanzó el estatus de diosa mucho más tarde en la historia del ciclo mitológico.

 

Sello cilíndrico acadio de aproximadamente el 2300 a. C. con las figuras de las deidades Inanna, Utu y Enki, tres miembros de los Anunnaki. (Dominio público)

 

Como explica William Klauser:

 “Algunas autoridades se preguntan si Ki era considerada una deidad, ya que no existe evidencia de un culto y el nombre aparece sólo en un número limitado de textos sumerios sobre la creación. Samuel Noah Kramer identifica a Ki con la diosa madre sumeria Ninhursag, y afirma que eran originalmente la misma figura. Ella se convirtió más tarde en la diosa babilonia y acadia Antu, consorte del dios Anu (del sumerio An).”

Esencialmente, esto significaría que los Anunnaki nacieron de la unión entre un dios del cielo y una mujer mortal, que más tarde sería deificada en la tradición mitológica.

 




Cuatro estatuillas de aleación de cobre datadas en torno al 2130 a. C. Representan a cuatro antiguos dioses mesopotámicos, con sus características coronas de cuernos. (Osama Shukir Muhammed Amin/CC BY-SA 3.0)

Del polvo al polvo

Además, “Ki” es el símbolo sumerio para “tierra”, y la consorte de Anu es considerada en ocasiones la personificación de la propia Tierra. Este hecho es similar a la tradición bíblica, donde los mortales fueron creados a partir del polvo de la tierra (Génesis 2,7). El concepto de un grupo de seres semi-divinos nacidos de mujeres mortales es muy similar a las tradiciones bíblica y extra-bíblica de los Nefilim. Uno de los textos antiguos más profusamente referenciados que describe a los Nefilim es el extra-bíblico Libro de Enoc, atribuido al patriarca Enoc, hijo de Jared y padre de Matusalén. El libro de Enoc es considerado un texto apócrifo en nuestros días, y es rechazado por la mayoría de los sistemas teológicos dominantes, aunque no siempre ha sido así. Muchos de los primeros Padres de la iglesia, como Atenágoras, Clemente de Alejandría, Ireneo y Tertuliano aceptaban este libro como escritura sagrada, y se han encontrado fragmentos de 10 copias en arameo del Libro de Enoc entre los rollos del Mar Muerto. Enoc también es citado en la bíblica Epístola de Judas, y se ha estimado que hay varios cientos de referencias más en todo el Nuevo Testamento.


                                                                                        



Josué 1,1 tal y como aparece registrado en el Códice de Aleppo, siglo X d. C. (Dominio público)

 

Los hijos de Dios y las hijas de los hombres

Los pasajes más famosos del Libro de Enoc incluyen una descripción detallada de ciertos acontecimientos anteriores al Diluvio registrado en la Biblia (especialmente el capítulo 6 del Génesis, versículos 1-4). Según el Libro de Enoc, un grupo de 200 ángeles caídos conocidos como Los Vigilantes, encabezados por un individuo llamado Semyaza (o Semjaza) descendieron sobre el monte Hermón, donde formularon el juramento de engendrar linajes con las mujeres humanas. Todos ellos “tomaron para sí esposas, y cada cual eligió una para sí, empezaron a llegarse a ellas y a corromperse con ellas”, una unión que dio como resultado el nacimiento de “grandes gigantes”. Estos gigantes finalmente “consumieron todos los bienes de los hombres”, y “cuando los hombres ya no pudieron mantenerles, los gigantes se volvieron contra ellos y devoraron a la humanidad.” (Libro de Enoc, Cap. 6-7). Estas actividades provocan la intervención de Dios, quien maldice a los gigantes para que se hagan la guerra los unos a los otros “para que pudieran destruirse unos a otros en batalla” y envía a los arcángeles a encadenar a sus líderes Vigilantes “en los valles de la Tierra". (Libro de Enoc, 10). Como es bien sabido hoy en día, los textos hebreos se refieren a estos poderosos Vigilantes como los Nefilim.

 

Ubicación del santuario de los Anunnaki

Los investigadores han hallado profundas similitudes entre las mitologías de los Anunnaki y los Nefilim. En 1971, Edward Pipinski publicó un análisis académico de varios textos antiguos, entre ellos la versión en antiguo babilonio de la Epopeya de Gilgamesh, todos los cuales incluyen importante información que revela la verdadera ubicación del santuario de los Anunnaki en la cosmología y el pensamiento del antiguo Oriente. Pipinski descubrió que: “De hecho, la versión en antiguo babilonio de la Epopeya de Gilgamesh identifica Hermón y el Líbano con la morada de los Anunnaki”. El investigador hace hincapié en las líneas 12-21 del Gilgamesh en antiguo babilonio, unas líneas que hablan de la destrucción de Humbaba, guardián de la morada de los dioses, a manos del compañero de Gilgamesh, Enkidu, después de lo cual el texto afirma que ambos “penetraron en el bosque, abrieron la secreta morada de los Anunnaki.” Mientras que las mitologías posteriores sugieren lugares alternativos para el hogar de los Anunnaki, Pipinski explica que los más antiguos textos mesopotámicos y cananeos del Próximo Oriente apuntan al bosque de cedros del monte Hermón:

 

“…encontramos rastros de la tradición más antigua en la mención de la montaña que era morada de los dioses, y cuyos accesos estaban ocultos por el Bosque de Cedros cuyo guardián era Humbaba. Esta montaña era, creemos, el Hermón del Antilíbano... La cordillera sur del Antilíbano sería por lo tanto probablemente la montaña en cuyas profundidades vivían los Anunnaki, según la versión en antiguo babilonio de la Epopeya de Gilgamesh. En el período babilónico antiguo los Anunnaki eran aún considerados los dioses en general... El monte Hermón debería por tanto ser identificado con la morada de los dioses.”

 



El monte Hermón cubierto de nieve. (Dominio público)

 

Cielo y Tierra se unen

Pipinski también señala el hecho de que el monte Hermón era considerado al guardián de los tratados internacionales en el mundo antiguo, y conecta esta tradición con el juramento realizado por los Vigilantes en el Libro de Enoc. Al incorporar textos apócrifos como el Testamento de los Doce Patriarcas y el Libro de Enoc a su estudio, Pipinski concluye:

“El monte Hermón es la montaña cósmica que une la tierra con el cielo más bajo. Encontramos la misma idea en el episodio de los hijos de Dios del Libro de Enoc. Los seres celestiales se reúnen en la cima del monte Hermón porque ésta es la montaña de los dioses, el Olimpo cananeo.”

 

El monte Hermón se encuentra en el extremo sur de la cordillera montañosa del AntiLíbano, a caballo sobre la frontera entre Siria y el Líbano. El pico más alto del Hermón alcanza los 9.232 pies (2.814 metros). La zona abunda en antiguos altares que se remontan a miles de años atrás, y siguió albergando santuarios y rituales hasta épocas tan recientes como la de Constantino el Grande. De mayor importancia es el hecho de que Gilgamesh fuera famoso en el mundo antiguo por haber obtenido su conocimiento del mundo antediluviano, según la Epopeya de Gilgamesh de Ugarit (líneas 5-9):

“En todas partes exploró los centros del poder, conocía la totalidad de la sabiduría sobre todas las cosas. Él, que recorrió el camino distante hasta Utter-napisti, que cruzó el océano, el ancho mar, hasta alcanzar el amanecer: recuperó el conocimiento de la era antediluviana.”

Estos pasajes cierran el círculo con la interpretación de Pipinski de la versión en antiguo babilonio de la Epopeya de Gilgamesh, donde el antiguo rey viajó al monte Hermón —morada de los Anunnaki

                                                                                       

                                                                                        



Representación babilónica del dios nacional Marduk, concebido como miembro destacado de los Anunnaki (Dominio público)

 

El monte Hermón se encuentra en el extremo sur de la cordillera montañosa del Antilíbano, a caballo sobre la frontera entre Siria y el Líbano. El pico más alto del Hermón alcanza los 9.232 pies (2.814 metros). Gilgamesh fue famoso en el mundo antiguo por haber obtenido su conocimiento del mundo antediluviano, según la Epopeya de Gilgamesh de Ugarit (líneas 5-9):

 

“En todas partes exploró los centros del poder, conocía la totalidad de la sabiduría sobre todas las cosas. Él, que recorrió el camino distante hasta Utter-napisti, que cruzó el océano, el ancho mar, hasta alcanzar el amanecer: recuperó el conocimiento de la era antediluviana.”

 

Estos pasajes cierran el círculo con la interpretación de Pipinski de la versión en antiguo babilonio de la Epopeya de Gilgamesh, donde el antiguo rey viajó al monte Hermón —morada de los Anunnaki.

 

Gilgamesh el gigante

El concepto del antiguo conocimiento del mundo antediluviano es de hecho inherente a muchas tradiciones orientales. Por ejemplo, hay un relato similar en el apócrifo Libro de los Jubileos sobre Kainam, hijo del Arfaxad bíblico:

 

“El niño creció, su padre le enseñó la escritura, y fue a buscarse lugar donde hacerse una ciudad. Halló antiguas escrituras grabadas en la roca, cuyo contenido leyó y tradujo, y con ellas se extravió, porque allí estaban las enseñanzas de los Vigilantes, en las que explicaban la adivinación por el sol, la luna y las estrellas de todas las constelaciones del cielo. Y lo escribió, pero no habló de ello, pues temía mencionarlo a Noé, no se enojara con él por este motivo. (Jubileos 8,2-4)”

 

Curiosamente, hay varias fuentes antiguas que sugieren que el propio Gilgamesh era un semidiós, un ser semi-divino de estatura gigantesca. Según la Lista de los reyes sumerios, Gilgamesh fue el 5 º rey de Uruk, reinando en algún período comprendido entre los años 2800 a. C. y 2600 a. C. Si bien hay tradiciones que consideran que el padre de Gilgamesh era el rey Lugalbanda, la Lista de los reyes sumerios afirma que su verdadero padre fue un “espíritu-lillu, un sumo sacerdote de Kulaba”, y el héroe es descrito en la saga como “dos tercios divino”.

 

                                                                                    



Estatua de Gilgamesh (Gwil5083/CC BY-SA 4.0)

 

Se cree que Gilgamesh habría alcanzado la victoria sobre los reyes de Kish, centralizando el poder de Uruk, y cuenta la tradición que expandió la ciudad de Uruk, incluidos el recinto y los muros de su templo. En varios fragmentos de una copia del siglo XX a. C. de la Epopeya de Gilgamesh descubierta en la antigua Ugarit, Gilgamesh es descrito como sigue: “Superior a todos los (demás) reyes (!), famoso por su estatura corporal” (línea 16) y también como “Gilgamesh, famoso por su estatura corporal, héroe nacido en Uruk, toro salvaje que arrasa” (líneas 18-19). Las líneas 34-36 del Gilgamesh de Ugarit ofrecen detalles específicos sobre la talla de Gilgamesh: “once codos era su altura, cuatro codos la anchura de su pecho. Un triple codo eran sus pies, y sus piernas de la longitud de una vara”. Según estas medidas, Gilgamesh habría alcanzado entre 16 y 18 pies (4,8 a 5,4 metros) de altura. En cuanto al hecho de que Gilgamesh fuese un gigante, el fragmentario Libro de los Gigantes de los manuscritos del Mar Muerto menciona los nombres de varios gigantes Nephilim, entre ellos Ohya, Mahway, Hahya, y Gilgamesh.


                                                                            

 



Gilgamesh, el rey héroe de la ciudad de Uruk, luchando contra el ‘Toro celestial’ (0045269/CC BY-SA 4.0))


Los gigantes reinan en el monte Hermón

Volviendo al tema del monte Hermón, Gilgamesh no es el único antiguo gigante directamente asociado con este lugar sagrado. Varios libros del Antiguo Testamento (NúmerosDeuteronomio y Libro de Josué) dan testimonio de la batalla de Moisés y los israelitas contra Og, rey amorreo de Basán. En Deuteronomio 3,11, Og es descrito como “último superviviente de los refaítas (gigantes)”, y su cama (o sarcófago) habría medido unos nueve codos de largo por cuatro de ancho, lo que significa que Og alcanzaría los 12 ó 13 pies (aproximadamente cuatro metros) de altura.

En Josué 12,5 se revela que Og “dominaba en la montaña de Hermón y Salká, y todo el Basán […]”, una región que incluye las laderas del monte Hermón y los altos del Golán.

 

Entidades del inframundo

Otro factor que conecta a los Anunnaki con la historia de los Vigilantes y su descendencia es su condición de seres del inframundo. En los ciclos mesopotámicos, los Anunnaki son descritos con frecuencia como “hados” o jueces de los muertos, habitando el reino subterráneo y desempeñando su función como “espíritus de la tierra”. En tablillas descubiertas en Nippur datadas en torno al 2000 a. C., los Anunnaki son “los siete jueces”, entidades del inframundo que acompañan a Ereshkigal, diosa del reino subterráneo. Cuando Ishtar desciende y es presentada ante la asamblea, ellos fijan sus “ojos de muerte” sobre ella, haciendo que perezca.

 



Estatuilla de Hécate de principios del siglo XIX, diosa con quien se sincretizó Ereshkigal. (Dominio público)

Arrojados al infierno

La morada de la montaña del dios cananeo El también es con frecuencia asociada con manantiales naturales y ríos subterráneos secretos u ocultos. Pipinski asocia estas connotaciones con las fuentes del río Jordán, una de las cuales es el manantial de Banias, que nace a los pies del monte Hermón. Explica además que se creía antiguamente que la montaña cubría “uno de los canales de las profundidades o del océano desde los cuales llegaron las aguas del Diluvio... una erupción del océano subterráneo sobre el que se creía que descansaba la tierra.”

En el Libro de Enoc, Dios ordena al arcángel Miguel: “ve y anuncia a Shemihaza y a todos sus cómplices que se unieron con mujeres y se contaminaron con ellas en su impureza, […] Encadénalos durante setenta generaciones en los valles de la tierra […]” (Libro de Enoc, 10,11-12), mientras que a Rafael le manda: “Encadena a 'Asa'el de pies y manos, arrójalo en las tinieblas, abre el desierto que está en Dudael y arrójalo en él.” (Libro de Enoc 10,4)

 



Antiguo relieve hitita de Yazılıkaya, santuario de Hattusa. En él podemos observar a los doce dioses del inframundo, a quienes los hititas identificaban como los Anunnaki mesopotámicos. (Klaus-Peter Simon/CC BY 3.0)

 

Hay también referencias al destino de los Vigilantes en los libros del Nuevo Testamento, entre ellos la Segunda epístola de Pedro, en la que podemos leer: “[…] Dios no perdonó a los Ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio;” (II Pedro, 2,4). La palabra de origen griego Tártaro, que aparece en este versículo, hace referencia al infierno más profundo de la mitología griega —la prisión de los Titanes.

No sólo eran gigantes los Titanes, sino que además, al igual que los Anunnaki, eran la descendencia de una diosa de la Tierra (Gaia) y una deidad del cielo (Urano). Algunos estudiosos consideran probable que el mito griego estuviera basado ampliamente en las antiguas mitologías orientales. El mismo concepto se repite de nuevo en la Epístola de Judas, versículo 6, que menciona: “[…] los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo tinieblas […]." 

 



Uno de los gigantescos Titanes, Atlas, quien fue castigado a sostener los cielos sobre sus hombros por toda la eternidad. (Dominio público)


La verdadera identidad de los Anunnaki

Es sobradamente conocido que los ciclos mitológicos arquetípicos de las tradiciones mesopotámica y del Próximo Oriente tienen un origen común, y que los temas de estos ciclos también aparecen en textos bíblicos, extra-bíblicos e incluso coránicos. El propósito de este artículo es identificar el concepto mítico específico presente en los Anunnaki en el mundo antiguo.

Contrariamente a lo que se dice en gran parte de la literatura popular y otros medios de comunicación de hoy en día, la evidencia hallada por la investigación académica de expertos y un estudio comparativo de la escritura cuneiforme real y otros antiguos textos indica que la verdadera identidad de los Anunnaki se encuentra en la tradición oriental de un grupo de semi-dioses, nacido del mestizaje entre seres divinos y mujeres mortales que se produjo en el monte Hermón, situado en la cordillera del Antilíbano. Estos seres se asocian a menudo con el conocimiento del mundo anterior a un gran diluvio, y más tarde se les atribuyen funciones diversas en el inframundo. Este hecho sugiere que, en lugar de hacer de los Anunnaki el equivalente de los “Elohim” que crean al hombre en el libro del Génesis, más bien deben ser comparados con los Nefilim y los ángeles caídos descritos en el capítulo 6 del Génesis, el Libro de Enoc y otros textos extra-bíblicos.

 

Jason Jarrell y Sarah Farmer son historiadores de investigación y arqueólogos vocacionales. Estudian temas muy diversos, entre ellos la psicología profunda, los misterios bíblicos, la ciencia política y la mitología comparada. También son autores de Ages of the Giants: A Cultural History of the Tall Ones in Prehistoric America (2017). Visite su web en: ParadigmCollision.com

 

 

Autor: Jason Jarrell y Sarah Farmer 


Créditos: https://www.ancient-origins.es/


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